jueves, 20 de diciembre de 2007

algo sobre... CARMELO MÜLLER

Foto: Argider Aparicio

Carmelo Müller nace en Munich en 1974. Hijo de una gallega emigrada a Alemania siendo niña (no en vano el nombre de Carmelo viene de su abuelo español) y del dueño de una de las mayores cadenas de perfumerías del país teutón.

Educado en estrictos colegios alemanes, sufre el primer trauma cuando sus padres se separan en 1986. Carmelo culpa a su padre, aficionado según fuentes malintencionadas a practicas heterosexuales poco ortodoxas, de la separación. Sin embargo, Carmelo queda bajo la custodia de su padre, mientras que su hermana Franziska se traslada a Berlín con su madre.

Las constantes riñas entre padre e hijo causan que este último sea internado en un colegio de Suiza donde termina el bachillerato, alternando su formación con veranos en Mallorca dónde su padre le obliga a trabajar de camarero en hoteles para turistas alemanes. Allí "perfecciona" su castellano y otros idiomas.

Cuentan que la directora de dicho colegio fue una gran maestra en todos los ámbitos para el joven Carmelo, pero este punto no está demostrado, aunque en alguna de sus declaraciones enigmáticas deja entrever ciertas posibles secuelas: "las faldas de rhaya diplomática, con una rhaja a la alturha del muslo, de un muslo firhme, ah, ni siquierha el Guernica de Picasso puede turhbarme tanto".

Alcanzada la mayoría de edad, Carmelo se ve apremiado por su padre a estudiar Empresariales, dado que obviamente a él correspondía heredar y dirigir el Imperio perfumero. Pero nuestro joven es un amasijo de ideas entrecruzadas, rabia y azogue, y solo tiene clara una cosa, odia a su padre y odia las perfumerías. Mientras que medita su futuro inmediato, realiza a regañadientes el primer curso de Empresariales, hecho poco importante si no fuera porque en él se encuentra con una de las personas que marcarán su destino, Astrid Libenstain, una joven de clase alta que tampoco encajaba en aquel curso para tecnócratas.

La actual pintora y escultora recordaba así su primer encuentro: "tuve que esnifar pegamento para acudir al primer día de clase, había discutido con mi madre la noche anterior, una discusión muy fuerte, yo quería pintar, me quemaban por dentro esas imágenes, pero a ella le parecían iconos paganos y...¿eh?, ah, si, Carmelo,...eh, estaba muy guapo, iba rapado, con unas gafas grandes metálicas, y todo vestido de negro, le gustaba the Cure, fue como encontrarme con una visión del etanol que había esnifado"

Ambos jóvenes se enamoran, y tras no pocas discusiones con sus respectivos progenitores se trasladan a Berlin, dado que Astrid recibe una beca de Bellas Artes. Allí Carmelo se reencuentra con Franziska, que coquetea con movimientos neonazis intelectualoides. Carmelo disiente: "un enano con un bigote rhidículo no puede decirhme qué debo hacer, ni qué rhaza es mejorh, nadie puede, ni mucho menos, exterhminar a quién no creas bueno, entonces, ¿con quién te vas a compararh, imbesil?, además, nadie es bueno en todo, siemprhe hay alguien mejorh, siempre".

Son años felices para Carmelo, el recién estrenado Berlín unificado es un hervidero de creatividad y bohemia. Carmelo se licencia en Historia del Arte y trabaja en una galería, alternando junto a Astrid con lo más granado de la vanguardia artística y musical berlinesa.

Pero cuando todo parece felicidad, Astrid le abandona por un músico checo y se traslada a Praha. Carmelo, cegado por la ira, les sigue y propina una monumental paliza al desafortunado músico. Tras un juicio del que sale absuelto gracias a las influencias de su padre, Carmelo intenta mitigar su dolor y su brutal sentimiento de culpa a base de ansiolíticos y de viajes por el mundo.

Pasa temporadas en Manchester, Soria, Formentera y finalmente Madrid. Allí conocerá el mundo del match de improvisación tras ver un espectáculo de una famosa compañía madrileña. Y es allí dónde conoce a Rogelio Izquierdo, su primer mentor en las tareas de arbitraje. Sin embargo, pronto se desmarca de la línea tabernera y valleinclaniana de Rogelio, creando su propio concepto de lo que es el árbitro: "el teatrho intenta serh la vida, y a veces lo consigue, y más si se trhata de theatrho inprhovisado, porque, ¿qué hacemos nosotrhos sino improvisarh constantemente en nuestrha puta existencia?, y siemprhe imprhovisamos contrha algo o alguien; cuanto nos ayudaría tenerh un árbithro cada día de nuestrha vida, que nos advierhta de que estamos inflingiendo las norhmas, que nos apoye cuando hacemos lo corrhecto, y sobrhe todo, que contrhadiga al público si eso es necesarhio, porhque tal vez de carha a la galerhía podemos serh los mejorhes, pero el árbitrho, sólo el arhbitrho sabe si lo somos o no". Quien quiera ver algún paralelismo religioso en estas palabras, tiene como respuesta otro galimatías de Carmelo: "soy ateo, prhofundamente, y bastante tolerhante en generhal, pero en el cuadrhilátero de la imprho hay cosas que no se pueden hacerh y ya está, yo me encarhgo de que si se hacen, rheciban su castigo corrhespondiente".

Actualmente, Carmelo reside a caballo entre Münich, Madrid y Granada, y reparte su tiempo entre la crítica de arte (aunque a él le gusta decir en broma que es contable, suponiendo que eso tenga alguna gracia), feroz por lo visto, y el arbitraje de match. No se le conoce pareja, y cuentan de nuevo las malas lenguas que se ha reconciliado con su padre desde que se encontraron en un conocido lupanar de la ciudad alemana y descubrieron ciertas aficiones comunes.